domingo, 28 de octubre de 2012

El príncipe destronado

Miguel Delibes



Pero eso no es lo malo, hijo. Lo malo es cuando uno no tiene disco que tocar y se conforma con repetir como un papagayo el disco que estuvo oyendo toda su vida. Eso es lo malo, ¿comprendes? No tener personalidad.

Tú eres Quico y yo soy yo, y si Quico quiere ser yo, Quico no es nada; un don nadie, un pobre diablo sin nombre y sin apellidos.

Quico abría mucho los ojos. Papá sacó una pitillera de oro, golpeó el pitillo tres veces contra la superficie de la mesita enana, lo encendió y recostó la nuca sobre el respaldo del sillón succionando golosamente. Al cabo, Quico miró a su madre. Mamá le dijo con rara suavidad:

—Quico, hijo mío, si en esta vida ves antes la paja en el ojo ajeno que la viga en el propio, serás un desgraciado. Lo primero que has de aprender en este mundo es a ser imparcial. Y lo segundo, a ser comprensivo. Hay hombres que creen representar la virtud y todo lo que se aparta de su juego de ideas supone un atentado contra unos principios sagrados. Lo de los demás es circunstancial y tornadizo; lo de ellos, intocable y permanente. Si te enrolas en un juego de ideas, tendrás personalidad, de otro modo serás un botarate, ¿me comprendes?
 

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